viernes, 8 de abril de 2011
Héctor Velásquez  Carrillo, con 13 años y medio en poder de las Farc, es hoy el colombiano que más tiempo lleva secuestrado, muriendo lentamente en lo espeso e inhóspito de la selva. Nacido el 19 de diciembre de 1973, es el sexto de siete hermanos. Hijo de Pedro Jesús Velásquez y Carmen Rosa Carrillo, una pareja de campesinos que cultivando la tierra, y en medio de sacrificios, logró pagarle a su hijo los costos que acarreaba la carrera de suboficial en el Ejército colombiano.

La historia de Héctor en las Fuerzas Militares, comenzó en diciembre de 1995 cuando del corregimiento Las Mercedes, municipio de Sardinata, Norte de Santander, se despidió de  sus padres y hermanos para ir a realizar el sueño que tenía desde pequeño: servirle a la patria, esa misma que paradójicamente lo abandonó y que hoy ni siquiera lo reconoce como secuestrado, sino como un simple desaparecido.
Después de estudiar en la Escuela de Suboficiales del Ejército, en Tolemaida, fue enviado a diferentes partes del país, por esa época terriblemente azotado por el accionar armado de las guerrillas y los paramilitares. Fue así como llegó a la población donde fue secuestrado y terminaron sus sueños y los de su familia.

Su secuestro
Según la denuncia realizada el 28 de julio de 1998 por el entonces mayor Germán Darío Niño Moreno, comandante del Batallón “General Liborio Mejía”, con sede en Florencia, Caquetá, Héctor Velásquez  Carrillo fue secuestrado por integrantes del frente tercero de las Farc, quienes se desplazaban en una camioneta Luv de color azul, el 27 de julio de 1997, cuando el uniformado se encontraba en una tienda ubicada en la vía que del aeropuerto de Florencia conduce a la población de San Antonio de Atenas, en el departamento del Caquetá.

En la denuncia el mayor Niño Moreno afirma que una vez el cabo fue ubicado por los subversivos, lo separaron del resto de la población, lo insultaron, lo amarraron, lo subieron a la camioneta y se lo llevaron.

La última vez que su familia tuvo contacto con él, fue un día antes de su secuestro. Esa vez llamó en horas de la tarde a Carlina, su  hermana, a quien le contó que tenía 10 días de permiso para descansar, pues ya eran tres meses que se encontraba patrullando las selvas del Caquetá. En esa misma conversación, le dijo que como no tenía mucho tiempo para viajar a Cúcuta, a encontrarse con su familia, viajaría a Bogotá para hablar con un primo suyo que estaba prestando el servicio militar en la capital y que la plata que se ahorraría, se la enviaría a su mamá para que la utilizara en los gastos médicos, pues en esos días se encontraba enferma.

Una tragedia más
No suficiente con la dolorosa noticia de la desaparición de su hijo, Pedro Jesús Velásquez y Carmen Rosa Carrillo, estaban a punto de vivir otra tragedia, lamentablemente muy común en los campos colombianos: el desplazamiento forzado.

En octubre de 1997, sin más cosas que la ropa que llevaban puesta, salieron, con la ayuda del párroco de Las Mercedes, por una trocha hasta la cabecera municipal, porque si lo hacían por la carretera, corrían el riesgo de ser interceptados y fusilados por la guerrilla del Eln, que los acusaba de ser colaboradores de la Policía. Atrás tuvieron que dejar todas sus pertenencias, incluida la finca donde habían criado a sus hijos y una casa en el pueblo. En realidad, según cuentan los Velásquez Carrillo, su único pecado fue que Carlina, la hija mayor de la familia, se había casado con un sargento de la Policía, el cual había sido nombrado comandante de la estación de Policía del corregimiento.

Sin pruebas de vida
Desde ese 27 de julio de 1997, comenzó el suplicio para la familia Velásquez Carrillo. Hoy, después de casi catorce años sin tener noticias concretas de la suerte de su ser querido, sus allegados se niegan a creer que esté muerto y en lo más profundo de sus corazones albergan la esperanza que algún día regrese al seno de su hogar.

Sus padres, familiares y amigos, afirman, con plena certeza, que él está vivo y que incluso han sabido que ha presentado problemas de salud.

“Tenemos la certeza de que él está con vida. No perdemos las esperanzas de que algún día regrese con nosotros. Lo único que le pedimos al Gobierno Nacional es que lo incluyan dentro de la lista de canjeables y lo consideren como un secuestrado, no como un simple desaparecido e incluso que no lo den por muerto. Aunque no existen pruebas de supervivencia, sabemos por nuestros propios medios que él continúa con vida”, afirma Enrique Celis, cuñado del cabo secuestrado.

Indicios
Los Velásquez Carrillo aseveran que por sus propios medios han obtenido información de la guerrilla sobre el paradero de él. Consideran como un hecho puntual el caso de un desertor de las Farc que, coincidencialmente, llegó a la finca de un familiar en Venezuela y que al ver las fotos de Héctor en una de las paredes de la casa, aseguró que semanas antes lo había cuidado en las selvas del Caquetá. Sin embargo, por miedo a ser denunciado, el desertor escapó.

Aún así, la información obtenida, no ha sido suficiente para demostrar que Héctor fue secuestrado, pues ante los organismos de seguridad del Estado, esa información no es concreta y sólo se trata de “chismes”, como en alguna ocasión le dijeron a su familia y como lo corrobora la respuesta dada a una petición de la familia por la Jefatura de Desarrollo Humano del Ejército, donde se afirma que “para darle el calificativo de secuestrado, necesitan pruebas de supervivencia”.

Lo único cierto es que su familia no sólo ha tenido que cargar con el peso de no tener a su ser querido a su lado por más de 13 años, sino también con la negativa del Gobierno a reconocerlo como secuestrado. “Nunca lo ha reclamado, siempre que nos acercamos a alguna instancia del Gobierno, nos salen con evasivas, ignoran nuestro dolor”, afirma Edilia Velásquez, hermana de Héctor.

Aún así, la lucha de sus familiares no cesa, a pesar de que sus padres, a causa de la pena y el sufrimiento por los años de espera,  están viejos y enfermos. Ni siquiera tienen las fuerzas para participar  en los eventos y marchas que se realizan en pro de la libertad de los secuestrados. En ellos persiste la pregunta ¿Cómo reclamar pruebas de supervivencia a las Farc, si ni siquiera el Gobierno lo reclama como secuestrado?

Una lucha constante
Para lograr que su hijo sea incluido dentro de la lista de canjeables, los Velásquez Carrillo han recurrido al Gobierno Nacional, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la Cruz Roja, a la ex senadora Piedad Córdoba, a la Iglesia Católica, a la Procuraduría, entre otros. De todos ellos, afirman haber tenido siempre la misma respuesta: ¿Porqué después de tanto tiempo reclaman a su ser querido? Seguramente queriendo insinuar que ya está muerto.

Pero si hasta ahora lo reclaman no es por falta de diligencia de sus familiares. Ellos no entienden la razón por la cual sólo hasta el 2001 se abrió un expediente por secuestro en la Fiscalía de Florencia, 4 años después del haber sido plagiado y eso gracias a la insistencia de su familia ante Camilo Gómez Alzate, entonces Comisionado de Paz; como tampoco entienden cómo no llamaron a declarar a los testigos de los hechos y a un compañero suyo que probablemente se encontraba con él en el momento de los hechos.  Pasan los días, los meses, los años y para familiares, amigos y conocidos es muy triste ver cómo en medio de las voces que piden a gritos la libertad para los secuestrados en Colombia, no se oye pronunciar el nombre de su ser querido: Héctor Velásquez Carrillo.

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