martes, 27 de octubre de 2009

¿Ha buscado en muchos sitios solución a sus problemas? ¿No ha tenido éxito? ¿Sólo encuentra desilusión, frustración y dinero derrochado? Libérese de ataduras, hechizos, amarres, magia negra, brujería, pérdida de negocios, enfermedades, engaños amorosos y traiciones. Adquiera protecciones, despeje sus dudas, solucione sus problemas con seguridad, oriente sus negocios y su vida amorosa. Doblegamos a su ser querido, revelamos números de chance y lotería, sacamos guacas y tesoros ocultos, desbloqueamos y desalamos sus negocios, curamos impotencias, quitamos vicios. Asombrosos resultados. ¡Hay que ver para creer!
Cuando se camina por las calles de cualquier sector de Bogotá, es fácil encontrarse con repartidores de volantes donde se  anuncian estas “ayudas” que prometen cambiarle la vida, la suerte y el destino a todo tipo de personas.

Si alguna vez, ya sea por curiosidad o porque las inclemencias de la vida llevan a alguien a recurrir a alguno de estos sitios, la primera impresión que tendrá será la de no saber si está entrando a un templo budista, hindú, católico o de algún culto africano, porque seguramente encontrará exhibidos una gran cantidad de imágenes y objetos propios de cada uno de estas religiones. Pero ¿Cuál es el motivo por el que se exhiben estos íconos religiosos en un solo sitio?  La respuesta no es sencilla. Aún así, no falta el incauto que piense que esto es para invocar las fuerzas sobrenaturales en su conjunto y así lograr mayor efectividad en sus rezos y hechicerías, pero también está el escéptico que afirma que este sincretismo religioso es la manera de ganar adeptos para sus prácticas.
Y es que de brujos, chamanes, astrólogos, adivinos, hermanos y curanderos, está llena la ciudad. Aquí hay para todos los gustos y necesidades y sus estrategias para acaparar clientes, que pueden pagar desde doscientos mil pesos en adelante por un tratamiento, van desde programas televisivos y radiales hasta sitios de Internet donde ofrecen sus servicios.

Según un estudio sobre la práctica de la brujería en Bogotá, realizado por la Universidad Nacional, es imposible determinar cuántos brujos hay en la ciudad, pues estos aunque proliferan en la zona de Chapinero, se mueven de un lugar a otro en la ciudad y, como por arte de magia, hasta cambian de nombre. Hay quienes los veneran y creen a ciencia cierta haber encontrado en ellos la solución a sus problemas. Otros, en cambio, se consideran víctimas de lo que concluyen es un negocio pues, en vez de ayudarlos, les ha quitado lo poco que tenían sin entregarles los resultados prometidos.

A Luz María*, una habitante del Barrio Quiroga, en el Sur de Bogotá, quien por querer saber si su esposo la estaba engañando y por “ligarlo” para que no la dejara, pagó más de 500 mil pesos a un brujo en Chapinero. Para todas las consultas, que en total fueron cuatro, tenía que comprar en el mismo lugar, nueve velas y cada una costaba doce mil pesos. Como veía que no le daba respuestas convincentes empezó a sospechar pero ya era tarde, perdió su plata y su  esposo se le fue. Otro caso  es el José Luís[*], quien en diciembre pasado, mientras se dirigía a su casa después de una infructuosa entrevista de trabajo, escuchó en una emisora capitalina, a un astrólogo invitando a quienes quisieran ganarse la lotería a acercarse a la calle 65 con carrera 11 para hacerse acreedores de los números que serían los ganadores, con la particularidad que sólo podían ser beneficiarios las primeras cincuenta personas que lo consultaran al día siguiente y que consignaran ciento cincuenta mil pesos, argumentando que la suma era irrisoria respecto al beneficio que recibirían. Aunque la duda lo asaltó por un momento, a José Luís, le pudieron las ganas y el deseo de salir de la tétrica situación económica en la que se encontraban él y su familia y decidió arriesgarse. Invirtió por más de un mes en todo tipo de loterías, pero, lo peor es que han pasado más de tres meses y no ha acertado los cuatro números que esa mañana le dio el “experto en numerología”.

Pero las ansias de conocer el futuro y de hacer procesos de catarsis en sus almas, no es sólo de la gente del común, de quien podríamos pensar que lo hacen para paliar la carencia de sus necesidades básicas y elementales. Existen otros hechos que indican que la sociedad colombiana, al igual que el resto de la humanidad, necesita de algo que esté más allá de sus horizontes, para buscarle sentido a su existencia, o si no, pregúntenle al ex-Fiscal Mario Iguarán por el mentalista que se paseaba con su autorización, como Pedro por su casa, en las instalaciones de la Fiscalía General  de la Nación en el 2006, a los paramilitares de Martín Llanos quienes  tuvieron que acudir a un exorcismo colectivo ante una bruja pues sentían que sus víctimas a las cual ellos habían descuartizado y hasta comido, les hablaban y les incriminaban por lo que habían hecho, tal como lo denunció el diario El Tiempo en su edición del 23 de noviembre de 2007 o al futbolista Cristiano Ronaldo a quien una supuesta novia suya le pagó a una brujo treinta mil euros para que le provocara una grave lesión y no pudiera jugar en su equipo, hecho reportado por el diario El País.

Pero este no es un fenómeno nuevo. La creencia en la brujería y en sus poderes mágicos, es tan antigua como la humanidad misma. Existen vestigios de su práctica desde la época neolítica, los emperadores romanos acudían a sus brujos para que a través de sus oráculos les vaticinaran el destino de su imperio y hasta la Iglesia en la Edad Media, persiguió a las brujas acusándolas de rendirle culto a Satanás. Y si  desde tiempos muy remotos, las gentes de todas las épocas y rincones del planeta, han solicitado asistencia a los mediadores entre ellos y lo sobrenatural, porque no hacerlo hoy en estos tiempos tan difíciles: de recesión económica, de inestabilidad laboral, de pirámides captadoras de dinero, de tanta infidelidad y de quebrantos de salud, donde no cae para nada mal que alguien nos diga lo que pasará con la casa que se tiene hipotecada, con el recorte de personal en la empresa donde trabajamos, con el familiar enfermo, con los ahorritos que se llevó DMG o la novia que se fue porque consiguió otro con más plata.





[*] Se cambian los nombres para proteger la identidad de las personas que dieron su testimonio.

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