viernes, 24 de abril de 2009
Geovany Quintero Gómez

El problema reciente de las tecnologías de la comunicación, especialmente Internet y los teléfonos móviles, es que han incidido profundamente sobre las modalidades y sobre los estilos de comunicación.

Más allá de los aciertos positivos en términos de velocidad, colectivización y amplificación de los contactos, estas tecnologías han manifestado, con el tiempo, algunos efectos negativos debidos principalmente a la aceleración que estas imponen a las relaciones sociales. Ejemplo de ello, son las multíplices dificultades cada vez más difundidas de desarrollar contactos humanos directos que no sean mediatizados por la tecnología.

Internet por ejemplo, es el más claro reflejo de los esplendores y miserias de la realidad a la que nos han llevado las nuevas tecnologías. Su uso se ha convertido en un arma de doble filo para quienes la utilizan pues, por un lado permite conectarnos con el mundo y tener información a la mano y, por otro, su uso excesivo y desconsiderado ha llevado a crear en algunos países, incluso en vía de desarrollo como Perú, centros de atención sicológica especializados para atender a los adictos de la red. Es impresionante la gran cantidad de personas que pasan horas y horas frente a un computador, buscando interactuar a través del Chat con algún desconocido no percatándose ni siquiera de lo que sucede en su entorno.

Desde este punto de vista, las nuevas tecnologías se han convertido en un obstáculo para la interacción humana especialmente para la intercomunicación personal. Paradójicamente, en vez de promover una comunión entre individuos, los alejan unos de otros, creando una especie de aislamiento que algunos estudiosos llaman individualismo. Las relaciones interpersonales se vuelven cada vez más anónimas, como consecuencia del desequilibrio existente entre la dimensión material del hombre y sus demás dimensiones, es contradictorio el hecho, que estas invenciones en vez de acércanos a las cosas nos alejan de ellas pues nos acostumbramos a considerar la realidad no en su dimensión de realidad como tal sino como una realidad virtual (ejemplo de ello son los noviazgos en la red).

Cabe señalar que el desarrollo de la informática y con ella los nuevos instrumentos de comunicación, han producido una especie de sobrecarga de la información, que crece cada día mas y que no estamos en la capacidad de asimilar lo que ocasiona una confusión “babélica” entre el saber individual y colectivo. La saturación de información, poco a poco, genera una especie de automatismo o costumbrismo que tiene como consecuencia la indiferencia con las situaciones más trágicas que a diario se presentan en nuestra realidad (nunca antes como hoy el hombre había podido observar muertes y ejecuciones en directo como la Saddam Hussein o el ataque a las Torres Gemelas). Además los medios de comunicación, hoy, se centran tanto en la noticia boom del momento, que terminamos anestesiados frente a la noticia misma (tanto se dijo sobre la muerte de los diputados del Valle que terminó volviéndose un hecho común y corriente).

Otro problema que nace de la actual tecnología aplicada a la comunicación y que ha llevado a algunos estudiosos como Gadamer a afirmar que “la actual tecnología esconde una amenaza para la libertad pues puede llevar a la manipulación de la opinión pública”[1], es el modo en el cual la televisión, ha terminado por anular la dinámica de las acciones y reacciones producidas por la confrontación de las noticias con diferentes fuentes de información imponiendo una opinión que nace de una dinámica de acción y reacción en un único sentido (el de ella). Así, la televisión ha anulado los llamados líderes intermedios de opinión eliminando la multiplicidad de autoridades cognitivas que nos podían ayudar a establecer quien se acerca más a la verdad y quien no y además porque “El peligro representado por la creciente uniformidad de la opinión pública, por parte del Estado o por otras instituciones en las modernas democracias de masas, como afirma el autor anteriormente citado, es todavía más grave que la misma amenaza de la bomba atómica, porque es imperceptible y al parecer inevitable”.

Ante todo esto, es necesaria una atenta evaluación para impedir que se pierdan las ventajas que un potente instrumento de comunicación puede difundir. Como a los mismos avances tecnológicos no se les pueden colocar frenos, porque se iría en contra del mismo estatuto epistemológico de la ciencia que es investigar, si se hace necesaria la aplicación de una escala de valores que permitan al hombre beneficiarse de las ventajas indiscutibles que tiene la aplicación de la tecnología a su vida cotidiana, evitando convertirse en una simple marioneta de quienes ostentan el poder en un mundo globalizado como el nuestro.
[1] GADAMER, La herencia de Europa, Citadella, pag. 78.

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